En este maremoto de noticias financieras, donde hasta los grandes como Goldman Sachs nos pintan un panorama menos brillante para las acciones estadounidenses, es fundamental que no nos agarren desprevenidos.
Y, para sobrellevar el temporal, lo primero es entender la jerga, las diferencias sutiles pero cruciales entre un bear market (mercado bajista), ese oso que ruge en la bolsa, y una recesión, ese frenazo generalizado de la economía que nos toca el bolsillo a todos.
No es lo mismo, aunque a veces bailen pegaditos, y saber distinguirlos es como tener la brújula en medio de la tormenta para nuestros billetes.
Bear Market: ¿Qué es?
Un bear market (mercado bajista) sucede cuando el mercado de valores, medido por esos índices grandotes como el S&P 500, se nos viene abajo un 20% o más desde su último pico. Y no es una bajadita de un día, ojo, hablamos de un periodo sostenido, usualmente un par de meses o más. Aquí, la cosa va más por la psicología de los inversores.
El miedo se riega como pólvora, el pesimismo inunda las decisiones, y la gente empieza a vender por aquello de «más vale pájaro en mano que cien volando». Se anticipa que las empresas no van a ganar tanto, que el futuro pinta turbio, y la aversión al riesgo se apodera del ambiente.
Un bear market puede durar lo que le dé la gana al susto, desde unos pocos meses hasta varios años, y sus causas pueden ser variopintas:
- Una economía que ya venía flojeando; la sombra de una posible desaceleración.
- Burbujas financieras que explotan como un globo pinchado.
- Líos geopolíticos que nos ponen los pelos de punta.
- Pandemias que paralizan el mundo, o simplemente cambios importantes en las reglas del juego económico.
Lo interesante es que un bear market muchas veces nos avisa, viene antes o al mismo tiempo que una recesión, pero ¡ojo!, no siempre significa que la recesión es inevitable. Ha habido osos en la bolsa que no trajeron consigo una crisis económica generalizada, y viceversa.
Recesión
Ahora, hablemos de la recesión. Aquí ya nos metemos en terreno macro, en la economía real. Técnicamente, se define como una caída significativa y extendida de la actividad económica en todo el país, que dura más de unos pocos meses.
La vara que más se usa, aunque no es la única, es ver dos trimestres seguidos donde el Producto Interno Bruto (PIB) se contrae, es decir, produce menos.
La recesión nos afecta directamente en el día a día: las empresas producen menos, se pierde empleo, los ingresos de la gente bajan, las ventas en los comercios se desploman, y la moral general se viene abajo.
Las recesiones pueden ser disparadas por un montón de factores:
- Desde un shock en la oferta, como que se disparen los precios del petróleo, hasta políticas monetarias muy restrictivas que enfrían la economía.
- Pasando por crisis financieras gordas, una pérdida de confianza brutal de los consumidores y las empresas, entre otras cosas.
La relación con el bear market es clara: una recesión, con sus perspectivas de menores ganancias para las empresas y un aumento del riesgo, puede perfectamente tumbar el mercado de valores y llevarnos a un bear market. Y al revés, un bear market muy severo puede dañar la confianza de la gente y las empresas, contribuyendo a que la economía se frene.
Entonces, ¿por qué es tan importante para nosotros, los inversores, entender esta diferencia? Pues, ¡por la estrategia! En un bear market, sabiendo que la cosa va de miedo y de valoración de activos, podemos ponernos más defensivos.
Reducir nuestra exposición a esas acciones que bailan mucho, buscar refugio en activos más seguros como los bonos del gobierno o algunas materias primas, o incluso usar herramientas para sacarle provecho a la caída, como vender en corto o comprar opciones put.
Pero ojo:
- Si la caída del mercado es solo un susto exagerado o por razones que no tocan los fundamentos de la economía, puede ser una oportunidad de oro para comprar acciones buenas a precios de gallina flaca si pensamos a largo plazo.
- En cambio, cuando hablamos de recesión, la cosa es más profunda. No solo nos preocupa la bolsa, sino cómo les va a ir a las empresas en las que hemos invertido (si van a vender menos, si sus ganancias van a caer), si la gente va a perder su empleo (lo que afecta el consumo), y qué va a hacer el gobierno para intentar reactivar la economía (estímulos fiscales, bajada de tipos de interés, etc.).
Aquí, la estrategia puede ser más sobre aguantar el chaparrón, diversificar aún más para no poner todos los huevos en la misma cesta, y estar atentos a qué sectores de la economía pueden ser más resilientes en tiempos de vacas flacas.
Además, entender si estamos en un simple bear market o si la economía se está resfriando de verdad nos ayuda a gestionar el riesgo y la volatilidad. Un bear market nos avisa que las sacudidas van a ser fuertes y que podemos ver números rojos importantes en nuestra cartera.
Si, además, sabemos que detrás hay una recesión, la cosa se pone más seria y la turbulencia puede durar más. Esto nos permite prepararnos psicológicamente y tomar decisiones más racionales, evitando vender presas del pánico en el peor momento.
Conclusión
Finalmente, y no menos importante, diferenciar entre ambos nos da perspectiva a largo plazo. Tanto los bear markets como las recesiones son parte de los ciclos económicos y del mercado.
Los osos siempre terminan dando paso a toros que embisten con fuerza, y las economías, aunque a veces tarden, siempre se recuperan. Saber esto nos ayuda a no perder la calma, a no tomar decisiones impulsivas que luego lamentaremos, como vender todo al fondo del mercado por el puro miedo.
Así que, cuando vemos noticias como la rebaja de calificación de Goldman Sachs, que nos pone en alerta sobre el futuro de las acciones americanas, debemos analizarlo con lupa. Puede ser una señal de que ven venir un crecimiento más lento o incluso una recesión.
Pero recordemos, es solo una opinión, un análisis. La clave está en no quedarnos solo con esa campana de alarma, sino en mirar todos los indicadores, entender la diferencia entre el susto en la bolsa y el frenazo en la economía real, y así poder tomar decisiones informadas y proteger nuestros ahorros a largo plazo.
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Fuente
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