Hoy se cumplen 16 años desde que el creador seudónimo de Bitcoin, Satoshi Nakamoto, compartió el White Paper de Bitcoin BTC en una lista de correo de cyberpunks.
«He estado trabajando en un nuevo sistema de dinero electrónico que es totalmente entre pares, sin terceros de confianza», dijo Satoshi en un correo electrónico del 31 de octubre de 2008 donde compartió el documento titulado «Bitcoin: Un Sistema de Efectivo Electrónico Entre Pares». Allí, definía de modo teórico un medio de pago global sin intermediarios.
El documento, de solo 9 páginas, fue el precursor de un sistema que transformó para siempre la forma en que se concibe el dinero.
Se sentaron así las bases para un ecosistema formado por piezas combinadas jamás visto hasta la fecha y se esbozaba una propuesta para la creación de dinero digital, independiente de las entidades bancarias tradicionales que venían dominando el sistema financiero tradicional.
El manejo planteado por Nakamoto sería completamente revolucionario, de cara a la economía que hasta ese momento se conocía.
Se trata de uno de los acontecimientos más importantes para la historia del ecosistema de las monedas digitales, sobre todo por las implicaciones que tuvo el lanzamiento de la propuesta, la mayoría de las cuales siguen en plena vigencia a pesar del tiempo transcurrido. Repasemos en este nuevo aniversario 3 claves asociadas con el contenido del White Paper que plantean cuestionamientos más importantes al sistema tradicional.
Bajo la premisa de operar como dinero digital, el sistema de pagos propuesto por Nakamoto difería de los procesos tradicionalmente realizados por las entidades bancarias, señalando que no eran necesarios terceros para intermediar en la operación y convirtiendo a cada persona en pleno custodio de sus fondos.
La idea es realizar transferencias directas a través de una red descentralizada, evitando el doble gasto, empleando una moneda cuyo valor proviene de la confianza en el sistema y su escasez programada. Se propuso entonces un sistema de pagos completamente descentralizado, opuesto al modelo económico bancarizado que generó la crisis financiera internacional de los años 2007 y 2008.
Es por ello que, partiendo de lo manipulable que puede ser el sistema financiero tradicional por parte de los bancos centrales y debido a la emisión ilimitada de capital, en el primer párrafo del White Paper se lee:
El comercio en Internet ha llegado a depender casi exclusivamente de las instituciones financieras que actúan como terceros de confianza para procesar los pagos electrónicos. Aunque el sistema funciona bastante bien para la mayoría de las transacciones, sigue adoleciendo de las debilidades inherentes al modelo basado en la confianza.
Dos meses después tuvo lugar el lanzamiento oficial de Bitcoin, y desde entonces la moneda digital ha estado abriéndose paso incluso entre personas ajenas al mundo de la programación, creando las bases para un ecosistema mundial y globalizado que ya capitaliza más de dos billones de dólares.
De esta forma, no solo es posible «almacenar» monedas de Bitcoin sin necesidad de una institución financiera o una tercera parte en la que deba confiarse, sino que ahora una persona puede ser su propio banco.
Visto así, los bitcoiners no deben temer por «corralitos financieros», confiscaciones, robos de cajas de seguridad, y otras tantas cosas que le siguen ocurriendo al dinero fíat si se almacena en una entidad bancaria. Esto, si los usuarios actúan verdaderamente como sus propios bancos, sin ceder la custodia de sus llaves privadas.
Ya no es necesario confiar en los bancos
A medida que se hace más atractivo el manejo de dinero que propone Bitcoin, distinto al que utilizan las instituciones financieras para perpetuar el control centralizado del dinero, uno de los cambios más significativos que presenta el White Paper tiene que ver con la confianza, un término que fue resaltado en el documento.
«Lo que se necesita es un sistema de pago electrónico basado en pruebas criptográficas en lugar de confianza, que permita a dos partes interesadas cualesquiera transar directamente entre ellas sin la necesidad de un tercero de confianza», dice Nakamoto.
Un planteamiento con el que destacó uno de los problemas importantes a solucionar: la necesidad de confiar en las autoridades para controlar la oferta monetaria y para custodiar el dinero de la gente.
La solución vino gracias a la visión descentralizada del nuevo sistema, el cual no solo facilita que las personas manejen su dinero de forma independiente, sino que garantiza que los fondos no se gasten dos veces. Ahora, teniendo esta posibilidad a la mano, se ha hecho más común cuestionar la confianza que exige el sistema tradicional y que en muchas ocasiones se ha visto defraudada por quiebras, colapsos financieros y los malos manejos.
A pesar de ello, las instituciones financieras establecen un ambiente donde los clientes deben someterse a restricciones absurdas, como no usar gorra ni estar en el teléfono, mientras que ellos operan con una confianza casi ciega en su propio sistema. Esto resalta una doble moral: los clientes son considerados potenciales delincuentes, mientras que la misma institución que afirma cuidar su dinero puede tener prácticas de excesivo riesgo ¿Quién vigila a los bancos?
La propuesta de Nakamoto, basada en una red de confianza dispersa y verificada, responde a la necesidad de un sistema que no solo sea seguro, sino que también restablezca una relación de confianza entre las partes sin la intervención de un tercero.
El White Paper tiene la antítesis del KYC
El White Paper de Bitcoin establece que la moneda digital funciona como un sistema de pagos peer to peer. En analogía con el dinero en efectivo, esto significa que cuando un billete pasa de mano en mano, es imposible para una persona saber a ciencia cierta quienes han sido sus respectivos propietarios en los distintos momentos de circulación.
Por tanto, a pesar de que todas las operaciones en la red Bitcoin quedan registradas en su base de datos descentralizada respaldada por nodos, dichas transacciones solo están asociadas con billeteras en las que se almacenan los activos, las cuales se expresan en un código alfanumérico. Por ende, ninguna operación involucra los datos personales de los operadores.
Esto no significa que no sean rastreables, pues actualmente organismos y agencias de seguridad cuentan con herramientas para hacer seguimiento a las transacciones con Bitcoin, siempre que haya la presunción de que estas estarían vinculadas con hechos ilícitos. No obstante, lo más importante que propuso Nakamoto es la posibilidad de que las personas no se vean obligadas a proporcionar al Estado ni sus datos ni información sobre sus tenencias.
En este sentido, el White Paper de Bitcoin menciona que «los costos de mediación aumentan los costos de transacción y limitan el tamaño mínimo práctico de la transacción», lo que pone de manifiesto una confianza casi innecesaria en los intermediarios.
El documento se opone así al Know Your Customer, la política de conoce a tu cliente o KYC que se ha convertido en un estándar en el ámbito financiero tradicional y que proviene de los bancos, en su afán por prevenir el fraude y el lavado de dinero. En sí imponen procedimientos exhaustivos para verificar la identidad de sus clientes.
El KYC, entonces, podría considerarse como una forma de desconfianza institucional. Para abrir una cuenta, un cliente debe proporcionar información personal, entregando su confianza a una entidad que, irónicamente, demuestra desconfianza al exigir tales garantías. Esta dinámica se ha intensificado para la empresas relacionadas con Bitcoin, donde la descentralización promete eliminar la figura del intermediario.
La narrativa del White Paper se presenta como una visión audaz de un futuro en el que los individuos puedan actuar sin la supervisión de autoridades centralizadas.
No obstante, la manifestación del KYC en el ámbito de las criptomonedas plantea un dilema crucial: ¿cómo se construye la confianza en un sistema que, paradójicamente, parece replicar las dinámicas de desconfianza del sistema financiero tradicional? En este sentido la tarea sigue pendiente: mantener la privacidad y reevaluar lo que significa confiar y ser confiables en un mundo donde la tecnología y la economía se entrelazan más que nunca.
La privacidad es la principal promesa
La privacidad es una de las principales ventajas y aportes de Bitcoin que solo desaparece si se cede la custodia de las llaves privadas a otra persona o entidad y se entregan los datos personales exigidos por los exchanges centralizados. De ahí que siempre se recomiende la autocustodia como vía para preservar esta característica, que es parte de la filosofía que ha dado vida a la moneda digital.
Sin embargo, se observa un aumento en el uso de KYC por parte de exchanges y otros servicios relacionados con criptomonedas, lo que plantea una pregunta esencial: ¿realmente hemos dejado atrás la necesidad de confiar en una institución?
Son muchos los usuarios que por comodidad o desconocimiento, comercian con BTC en exchanges, y los mantienen allí, sin retirarlos a una wallet de autocustodia. Otros ceden voluntariamente los BTC y sus datos a alguna plataforma que les brinda algún interés por depositar monedas en ella.
Pero, al actuar de esa manera, la máxima de «ser tu propio banco» que plantea el White Paper se anula.
Por todo esto, quien esté interesado en mantener un elevado nivel de privacidad financiera deberá tomar precauciones para evitar que su identidad quede asociada con una determinada dirección. Nakamoto, consciente de esto, escribió un consejo vigente y totalmente aplicable a la fecha:
(…) un nuevo par de llaves debería usarse para cada transacción, con el fin de evitar que se vinculen a un mismo propietario. Cierta vinculación sigue siendo inevitable con transacciones de múltiples entradas, que necesariamente revelan que sus entradas fueron propiedad del mismo dueño. El riesgo es que, si se revela el propietario de una llave, la vinculación podría revelar otras transacciones que pertenecieron al mismo dueño.
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